lunes, 13 de mayo de 2013

Trade Mark


Últimamente cada vez que hablo con personas que se dedican a la comunicación y el márketing sale a relucir el término "Branding personal", la marca personal que dejamos en las personas a las que conocemos o en las empresas para las que trabajamos o queremos trabajar. Los seres humanos somos poliédricos. A lo largo de nuestras vidas asumimos diferentes papeles, que pueden o no coincidir en el tiempo, y pasamos por diferentes etapas vitales. No obstante, los manuales de branding personal insisten en que ha de haber una coherencia en esa imagen que transmitimos a los demás acerca de lo que somos para que nuestra "marca" sea sólida, fiable y eso se traducirá en éxito.

Tener claro quienes somos, hacia dónde vamos, que imagen queremos transmitir y trabajar para que esa idea quede impregnada en las mentes de los demás, ese es el camino de la gloria en cualquier aspecto vital. No solo eso, sino que esa personalidad ha de ser coherente y corresponderse con la realidad. Siento contradecir a estos gurús y decir que a mi eso me parece imposible. En el terreno profesional, a menos que seas una estrella, son muchos los que en alguna ocasión han tenido que mantener en pie más de una "marca" personal para poder comer. No queda mas remedio que ser un transformista si uno tiene que combinar el trabajo que le sustenta con una personalidad creativa.



Hace un tiempo conocí a una jovencísima pareja, tatuadora ella, escarificador él, y comentábamos que lo habitual en la gente que ahora tiene de cuarenta años para abajo es tener algún tatuaje, piercing o escarificación y que no tiene mucho sentido que se tenga que seguir escondiendo. Ninguno supimos responder por qué, siendo que la mayor parte de las personas en edad laboral tienen su cuerpo adornado se sigue asociando con poca seriedad en la mayor parte de los trabajos de oficina o cara al público. Salvo que uno se dedique precisamente a eso, al mundo de las artes o de la noche se ve obligado a tapar los signos de su personalidad o está condenado a la marginalidad. Si no eres de esa pequeña parte de la población la solución suele pasar por llevar estos signos en lugares donde puedan ocultarse pero claro ¿para qué llevarlos si no los puedes lucir?. Solo son elementos superficiales que en nada afectan a las capacidades intelectuales ni profesionales pero que a todos los efectos suponen un obstáculo. No se si es porque el grueso de las empresas sigue estado ocupado por mentes ancladas en el siglo pasado o porque ese conservadurismo se ha transmitido de generación en generación como un gen. Yo no descartaría como ventaja competitiva poner frente a la mesa de una entidad bancaria que quiera renovar su imagen y acercarse a las nuevas generaciones a una persona que luzca tatuajes sin pudor y en la que se pueda reconocer como igual.

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