viernes, 24 de mayo de 2013

Programa en espiral


El nacimiento de las redes sociales trajo consigo la tendencia a compartir experiencias con cientos de personas. Simples frases de encabezamiento narrando el devenir diario, buenas o malas noticias, o fotos de acontecimientos más o menos importantes. Poco a poco esto derivó en un cajón de sastre en el que se mezclaban fotos de la tortilla de patata del domingo con imágenes vintage de la primera comunión. Las pequeñas cámaras de los teléfonos móviles facilitaban mucho la labor aunque aún había que esperar a llegar a casa para compartirlas con la humanidad internautica. Los smartphones han acortado aún más el tiempo y las tan anunciadas Google Glass prometen compartir a tiempo real. A una palabra va a grabar y colgar en la red lo que el pequeño o gran exhibicionista que las porte crea que merece ser visto por el mundo así como verse satisfecho el instinto cotilla que sus contactos llevan dentro.

Mucha polémica ha causado este invento de Google acerca del respeto hacia la intimidad de los otros pero poco he oído acerca de las consecuencias que esto puede tener para la vida del dueño de las gafas que todo lo ven. Tanto afán por compartir experiencias lleva en muchas ocasiones a que esas mismas experiencias no se vivan de forma intensa. Si uno está pendiente de retratar o ser retratado pierde la atención sobre los hechos reales de los que se supone disfruta. La experiencia que se pretende retratar queda modificada por esas otras experiencias que ahora parecen más importantes como posar o enfocar. Ganas me dan en ocasiones de emular a Isabel Pantoja en aquel “no me vais a grabar más”.

Pero hay otra consecuencia para la noción de experiencia con la que vivimos que me inquieta aún más y que ya uno de los capítulos de Black Mirror, una brutalmente maravillosa serie que se emitió mucho antes de que se anunciaran las gafas de realidad aumentada.



No me atrevería a decir que la posibilidad de ver una y otra vez acontecimientos pasados sea buena o mala simplemente es algo que va a cambiar de forma radical la percepción de la realidad. Poder analizar esos detalles que en el momento en que vivimos la experiencia no vimos, aquel gesto o mirada del otro que se nos escapó porque teníamos la atención fijada en otro lugar. Porque la mente es caprichosa y no percibe todo lo que nuestros sentidos pueden alcanzar. Realidad aumentada le llaman a ese revivir y completar como un cuadro cubista todas las percepciones una superpuesta sobre la otra a la luz de otros pensamientos y en otro tiempo. Ya no existirá el “yo no vi” ni el “yo no escuché” ni el autocompletar vacíos al que tiende la mente cuando recordamos en favor de la supervivencia de nuestro esquema del mundo. Será el principio del fin d los recuerdos tal y cómo los conocemos hoy. ¿Quién puede resistirse a eso? ¿quién no ha querido revivir un momento que se le escapó?, una mirada, un gesto, una palabra escuchada a medias. Podremos someter a luz de gas a los demás y a nosotros mismos y entrar en el Programa en espiral.


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